domingo, 8 de enero de 2012

Ligeia

''Sin embargo, lo que encontraba de ''extraño'' en sus ojos no tenía nada que ver con una naturaleza distinta en cuanto a su forma, ni al color o brillantez de sus características, por lo cual debía ser atribuido a su expresión. ¡ Ah, palabra sin sentido, detrás de cuya vasta latitud de simple sonido se atrinchera nuestra ignorancia de lo espiritual ! ¡ La expresión de los ojos de Ligeia !  ¡ Cuántas largas horas he meditado en ella ! ¡ Cuántas veces, durante una noche entera de pleno verano, he luchado por descifrarla !  ¿ Qué era aquello, aún más hondo que el pozo de Demócrito, que se encontraba en lo profundo de las pupilas de mi amada ? ¿Qué era eso ? Me encontraba poseído por una pasión por descubrirlo. ¡ Aquellos ojos ! ¡ Aquellos grandes, aquellos brillantes, aquellos divinos ojos ! Llegaron a ser para mí las estrellas gemelas de Leda, y yo el más devoto de los astrólogos para ellos. En ningún momento se encontraba ausente de mi alma el insondable misterio de su mirada, ya fuere de día o de noche.
No existe ningún punto, entre las muchas anomalías incomprensibles de la ciencia de la mente, más excitante que el hecho -el cuál, según creo, nunca ha sido mencionado en las escuelas- de que en nuestros esfuerzos por traer a la memoria algo olvidado hace mucho tiempo, muchas veces nos encontramos al borde mismo del recuerdo, sin ser capaces, al fin, de recordarlo. Y así, con frecuencia, en mi intenso análisis de los ojos de Ligeia, sentí que me acercaba al conocimiento absoluto del secreto de su expresión; sentía cómo se acercaba, aun cuando no era del todo mío, y para luego ver cómo desaparecía. Y (¡ah, qué extraño, el misterio más extraño de todos !) encontré, en los objetos más comunes del universo, un círculo de analogías a esa expresión. Lo que quiero decir es que, luego del período en que la belleza de Ligeia penetró en mi espíritu, donde moraba como en un altar, llegué a obtener, a partir de varios seres que existen en este mundo material, un sentimiento tal como el que siempre sentí surgir dentro de mí a causa de sus grandes y luminosos ojos. Sin embargo, no por ello podía definir mejor ese sentimiento, ni analizarlo, ni tampoco sentirlo en forma constante. Lo he reconocido a veces, repito, en los objetos más comunes del universo. Ha centelleado sobre mi al observar una viña que crece a gran velocidad, en la contemplación de una polilla, de una mariposa, de una crisálida, de un arroyo de agua corriente. Lo he sentido en el océano, en la caída de un meteoro. Lo he sentido en las miradas de gente muy anciana. Y existen una o dos estrellas en el cielo (especialmente una estrella de sexta magnitud, doble y variable, que se encuentra cerca de la gran estrella de Lyra) que, miradas a través de un telescopio, han provocado que sea consciente de dicho sentimiento. Me ha invadido al escuchar ciertos sonidos de instrumentos de cuerda y, con bastante frecuencia, al leer algunos pasajes de libros.''