viernes, 16 de mayo de 2014

Hay días malos y el de hoy

Irse parada en el metro, que a esa hora va lleno. Dos parejas, una al frente y otra al lado mío se besan y se demuestran amor, lo que hace que me enoje y me de un poco de tristeza. Bajarse en baquedano y llegar al paradero, que está repleto siendo recién las 18:45. Pasa una micro, no la tomo. Pasa una segunda micro e intento subirme, pero la gente no me deja pasar. La micro parte. Frustración. Pasa otra micro, la masa me aplasta, un caballero reclama por los empujones, le digo que es la gente de atrás la que empuja. Espero 20 minutos. Pasa otra micro pero se detiene antes y la gente corre a subir. Yo no corrí porque estaba atrapada en la red humana. La micro avanzó, quedando a la altura de donde estaba yo, y no abría las puertas. La gente empezó a reclamar. Las puertas se abren. A codazos logro salir de la red y trepar en la micro, que va llena. A mi lado, una joven apoyada en mi brazo. Bruscamente aparto mi brazo de ella y su acompañante le dice que tuviera cuidado conmigo. Bien hecho. Adelante mío va un escolar hediondo a transpiración. Quiero moverme pero no hay espacio. Trayecto lento por la carretera. Autos por todos lados, un accidente en la entrada de la rotonda. Pienso en el 4.3 de psico. Quiero bajarme de la micro. Me da pánico la gente. Me empieza a dar calor. Respiro hondo. Cierro los ojos. Respiro hondo. Me calmo. Me bajo en el paradero para esperar la otra micro. 15, 20, 30, 45 minutos esperando. El olor a sopaipilla inunda el ambiente. Pasa la micro, que para a la conchetumare. Corro y me subo por atrás, con las puertas listas para cerrarse, pero un caballero las detiene y logro subirme, al igual que cuatro personas más. Me voy parada, rodeada de viejos, uno va muy apegado a mi lado. Muevo los brazos, ofrezco mis codos, pero el viejo no se mueve. Luego, se baja. Alivio para mi. La micro avanza. Llega a mi paradero. Toco el timbre y me bajo. Camino a mi casa con desesperación. Saco las llaves y abro la puerta. Mi mamá está planchando y me mira. Me pregunta si me pasó algo. Automáticamente me pongo a llorar.
Que día más penca.

domingo, 11 de mayo de 2014

Superposición de causas que desencadenan una sola reacción

    Confianza, según la definición de Wikipedia: "es la seguridad hacia una persona firme que alguien tiene de otro individuo o de algo. “Tengo la confianza necesaria para derrotar al rival”. Confianza se refiere, por otra parte, a la familiaridad en el trato: “No hace falta que te peines cada vez que voy a tu casa, ya tenemos bastante confianza”, “¿Cómo te atreves a hablarme de esa forma? Nunca te di semejante confianza”. Para la psicología social y la sociología, la confianza es un hipótesis que se realiza sobre la conducta futura del prójimo. Se trata de una creencia que estima que una persona será capaz de actuar de una cierta manera frente a una determinada situación: “Voy a contarle todo a mi padre, tengo confianza en que me entienda y me ayude”. En este sentido, la confianza puede reforzarse o debilitarse de acuerdo a las acciones de la otra persona. En el ejemplo anterior, si el padre ayuda a su hijo, la confianza saldrá fortalecida; de lo contrario, la confianza se verá traicionada y, en el futuro lo más probable es que el hijo no actúe de la misma forma. La confianza supone una suspensión, al menos temporal, de la incertidumbre respecto a las acciones de los demás. Cuando alguien confía en el otro, cree que puede predecir sus acciones y comportamientos. La confianza, por lo tanto, simplifica las relaciones sociales."
Yo no sé, si el verdadero motivo de toda esta tragedia de proporciones griegas se dio debido a la falta de confianza en el sujeto. Sinceramente, volver a confiar en la persona que te engañó -en todos los aspectos que abarca esa palabra- se veía medio difícil, pero no imposible. Dudar iba a ser parte del proceso; una persona con lo mínimo de sentido común sabría eso. Lo empírico de la situación se iba a hacer presente en la restauración que duró muy poco, ya que no se supo entender que, obviamente, confiar a ojos cerrados (de nuevo) iba a tomar tiempo y paciencia. A veces creo que el motivo del quiebre fue otro. Pero, sea cual sea este, nada me salva de la nostalgia de sentir calor y de lo frías y solitarias que son las noches.
La guinda de la torta.
    Extraño mucho al Napoleón. Su partida se llevó la única compañía cercana que me quedaba. Mucha gente me ha sugerido reemplazarlo con otro pequeño animalito.
Simplemente, no puedo pretender que otro ser vivo ocupe el sitio que le perteneció al Napoleón. Y, para disgusto mío, tampoco puedo pretender lo mismo para el sitio que ocupó el José. Ya lo intenté hace meses y fue psicológicamente desastroso, por lo que no pienso volver a pasar por lo mismo.
Perspectiva diferente
    A veces me pongo a dibujar en clases. Flores y cosas así. Cuando la clase de Román toma un rumbo bastante latero y aburrido, abro el cuaderno. Hacer esto me recuerda al tiempo de cuando era javierina. En las clases del profe Pablo (que se parecía a Gru, de Mi Villano Favorito) hacía los puzzles del diario, y a veces el me ayudaba. Cuando no sabíamos alguna palabra, el, en un gesto de amabilidad, sacaba su celular y buscaba en Google. Claro que también hubieron instancias en las que me retaba y decía, en voz alta "Urbina, te voy a quitar ese diario si no pones atención" o "Urbina, déjate de hacer tonteras y pescame". Con Román ni cagando se me pasaría por la mente hacer eso. Cabe destacar, que este caballero es más o menos un viejito verde, y que cuando habla, sus S parecen Z. "Yo zoy dioz" dijo una vez. Y creo que ha sido el peor error que ha cometido frente a estudiantes de primer año de periodismo.
El efecto
    Perdí el hilo de lo que pretendía contar. Me siento más aliviada si. Mi mente, de manera automática, desprende palabras. Son la tinta que llena mis venas. Las palabras trascienden, son lo único verdadero.
Ahora si que me siento sola. Perdí el contacto con gente que juró estar para siempre a mi lado, perdí al sujeto aludido antes y perdí al Napoleón. No cuento con mis perros porque ellos están en el período de sus vidas en el que lo único que importa es capear el frío. Ya he estado sola antes, pero mi propia compañía es un peligro. Me obliga a fumar porro para poder dormir, y eso me hace sentir como cuando tenía 15 y no vivía sin mis anfetas. Parece que el ouroboros se devoró a si mismo y volvió al punto de inicio, el cual ya conozco de memoria.
Me he rodeado de gente pero me sigo sintiendo nada. No tengo problemas de autoestima o cosas así, de hecho mi confianza propia se ha elevado demasiado, pero estoy en esa etapa en la que, a veces, construir murallas es bueno. No para mantener a todos afuera, sino para ver quien se preocupa lo suficiente para derribarlas.
Proceso de reconstruir.
Nota: quiero agradecer a The Color Morale. Learned Behavior posee una de las mejores letras que he leído. Y a In Hearts Wake. He escuchado Earthwalker camino a la u y camino a mi casa, desde antes que saliera de manera oficial, sin interrupción.

viernes, 9 de mayo de 2014

Deseo frustrado que abarca desde una persona hasta el transporte público

Yo solo quiero volver a entrar a esa pieza. Llevar dibujos. Volarme, escuchar música. Quedarme, no irme jamás. Pero vivo muy lejos y las micros se demoran en pasar.